lunes, 26 de marzo de 2012

LAS ODIOSAS Y TEDIOSAS TAREAS ESCOLARES

   
Por: León Trahtemberg

¿Cuál es la actividad que hace sufrir a alumnos, padres y profesores, pero que ellos siguen asociando como un imprescindible activo del trabajo escolar? Las tareas escolares. Los alumnos sufren para hacerlas, porque los distrae de otras actividades, les exige capacidades y dominio de temas que no tienen y finalmente los aburre. Los maestros sufren para corregirlas y pocos lo hacen, mucho menos de un día para otro, que sería lo adecuado par verificar si el alumno se preparó “para la clase siguiente”. Los padre sufren para proveerle a los alumnos de los materiales y la orientación para hacer esas tareas, lo que no pocas veces contratan profesores particulares.

 Cuando se pregunta a las autoridades escolares partidarias cuáles son los objetivos que persiguen, suelen argumentar que tratan de promover la autodisciplina del estudio independiente, complementar en casa lo tratado en el colegio y darle la oportunidad a los padres para apoyar a sus hijos en sus quehaceres escolares. Sin embargo otra vez el discurso y la realidad no coinciden. Los alumnos aborrecen las tareas, y usualmente las copian o hacen para salir del paso. Tampoco parece tener mucho sentido pretender que si los alumnos no entendieron lo hecho con el profesor en la clase, lo van a entender estudiando solos en su casa. Por si fuera poco, las tareas son el factor fundamental de los conflictos en el hogar. La comunicación entre padres e hijos se contamina por la rendición de cuentas respecto a las tareas, que dan lugar a infinidad de castigos en el hogar.

Siendo las tareas tan centrales en la vida escolar y familiar de los alumnos, uno esperaría encontrar abundantes respaldo científico abonando a favor del impacto positivo que tienen en el mejoramiento del aprendizaje y rendimiento de los alumnos. Curiosamente en el Perú nadie ha investigado si las tareas sirven para algo. En otros países, todas las evidencias son contrarias al abuso de las tareas. Por ejemplo David A. England y Joannis K. Flatley de la Universidad de Louisiana publicaron “Homework and Why” (1985) luego de revisar más de 500 investigaciones acumuladas sobre el tema en los 70 años previos al artículo. Concluyó que nadie había encontrado una relación directa entre la asignación de tareas escolares y el mejoramiento del rendimiento escolar, con la única excepción de un estudio (Cartledge y Sasser, 1981) que encuentra una relación solo par el caso de matemáticas en la alta secundaria. Además encontró que a todos los alumnos se les deja las mismas tareas, a pesar de las enormes diferencias individuales que las teorías pedagógicas modernas quieren respetar. El 91% de los alumnos necesitaba ayuda en casa para resolver las tareas, de modo que si no tenían quién los ayudase, simplemente no las hacían o las hacían mal para salir del paso. El 66% de los profesores no las corregían ni devolvían, por lo que pasaban desapercibidas.

A la luz de estos hechos, bien vale la pena que los colegios replanteen su política de tareas, incluyendo su dosificación y sentido. Convertir las tareas en factores de desmotivación y evasión, no le hace ningún favor al desarrollo educativo de los alumnos. En ese sentido, hizo bien el Ministerio de Educación al incluir en las Normas para la Gestión y Desarrollo de las Actividades en los Centros y Programas Educativos RM Nº 168-2002-ED un párrafo dedicado a las tareas escolares en la que sostiene que “El tiempo de aprendizaje dirigido y organizado por el docente, es básicamente el que transcurre durante el horario escolar y dentro del cual los alumnos ejercen su rol como estudiantes. Por este motivo, el volumen, la frecuencia y la complejidad de las tareas escolares que se asignan para realizar en el hogar respetarán el derecho al tiempo libre de los niños, adolescentes, jóvenes y adultos, no crearán en ellos saturación ni rechazo por el aprendizaje, ni interferirán con su tiempo personal y familiar, durante el cual también construyen saberes, asociados al ejercicio de otros roles igualmente valiosos, como el de hijo o hija, hermano o hermana, amigo o amiga, entre otros”.

Sabemos que revisar paradigmas de nuestra cultura pedagógica, resulta siempre difícil y genera resistencias. Sin embargo, si queremos encontrar las razones por las que nuestra educación “no funciona”, ese es el camino. Evaluar una a una nuestras costumbres pedagógicas, para descartar todas las que son improductivas, e instalar en cambio las que tienen buenas posibilidades de mejorar el aprendizaje de los alumnos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario